John Lennon, Anclado en el Limbo.

28.11.2008 12:58

Si en su momento la violenta muerte de John Lennon significó bajo el tono más trágico el fin de una época y la extinción de un sueño, dejándonos en una especie de orfandad bajo la cual tendríamos que aprender a soñar nuestros propios sueños, a veintiocho años de aquel hecho que nubló la mañana del nueve de diciembre, las cosas han cambiado, y lo que ayer fueron puntuales mensajes revolucionarios, hoy son ingredientes de la nostalgia teledirigida que el próximo mes azuzará nuestro espíritu para acercarnos a un Lennon que han conservado en formol, que canta himnos sobre héroes de la clase trabajadora y sobre cielos que no son paraísos.

 
La pregunta es: ¿Suscribiría John Lennon de seguir vivo, tal viñeta?
 
Igual que en los libros de historia, en la música pop lo que funciona mejor es el ídolo que ya no tiene derecho de réplica. La historia, en función de conveniencias patrióticas o de marketing, inmoviliza al héroe, ajusta su biografía con base en su postrero acto, y utiliza su efigie para narrar la más ejemplar de las leyendas.
 
En casi tres décadas, John Lennon se ha convertido en todo aquello que evitó en vida. Si en 'Double Fantasy' su mira de intereses se había centrado en lo familiar porque en el entorno ya no estaban Nixon, Vietnam, o la palabra pontificia de Bob Dylan, hoy por el contrario, lo que de él se sabe y se aplaude son los actos que enarboló cuando en este mundo los compositores fungían como relatores entre los sucesos y las personas.
 
Lennon, gracias a la bondad de marketing de Yoko y a la incondicionalidad de sus fanáticos que aún niegan su muerte, es una figura de humo que se quedó anclada en el limbo, no en los 40 años en que murió. Ese Lennon que hoy les venden en mastodónticas antologías, en tracks recuperados y en ediciones especiales, tenía apenas 35 años; y triste es decirlo, su aspecto es el de un beatle senil.
 
Cuando el autor de 'Mind Games' declaró que la popularidad de The Beatles era más grande que la de Jesucristo, no exageró, y esa fue su condena. Si en algún lugar se encuentra John atestiguando como su mensaje porta ahora un código de barras que deja jugosas regalías, debe lamentar no haber sido una joya de minorías como en su momento lo fueron otros compositores y músicos, y debe estar parafraseando su canción, 'I don't believe in Beatles/ I don't believe in Yoko/ I just believe in me'.